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En las tres últimas décadas el concepto de la calidad en la Administración Pública ha experimentado una gran transformación, que se rige por tres ideas básicas: el significado de la calidad, la especificidad de la Administración Pública y los cambios vividos en todo su ecosistema.

Llevamos ya muchos años hablando de experiencia cliente y de poner en el centro a nuestros usuarios, pero ¿es suficiente con poner el foco en ellos? ¿Es suficiente con preguntarles lo que quieren y actuar en consecuencia?

Generar contenidos de valor por parte de las organizaciones se ha convertido en un aspecto vital, para obtener la confianza en los grupos de interés y para atraer de manera efectiva y natural al público objetivo.

Recientemente hemos culminado en nuestra entidad un proyecto de definición y despliegue de nuestro propósito institucional, con la finalidad de que sea el eje de nuestra gestión, nos ayude en nuestro desarrollo estratégico y nos provea de una orientación inspiracional, tanto a nosotros como a nuestro entorno.

Ya quedó atrás el tiempo en el que la Prevención, la “Seguridad”, era la asignatura “maría” que se mantenía más por obligación que por autentica devoción.

No perder tiempo justificaba saltarse unas normas que parecían estaban puestas para eso. No usar un EPI porque nunca había hecho falta también solía ser una buena razón para no usarlo, sin analizar cuantos accidentes habían ocurrido por no llevarlos.

Son muchas las organizaciones y empresas que buscan la mejora de su gestión a través de normas y modelos de referencia, sea en un entorno o ámbito específico o de forma global y holística. Algunas de ellas también aspiran, a la vez, a ser reconocidas por haber alcanzado un cierto grado de madurez o excelencia en sus procesos, resultados o en su gestión global.